Facebook lleva toda la semana recordándome aquel momento. Yo pensaba que fue a finales de verano, hacia septiembre… Pero no. El 22 de agosto, fue la noche del 22 al 23 de agosto. Y así desperté…
Recuerdo el momento y creo que lo recordaré siempre. Hasta que la vejez nuble mi vista y cambie mi rostro. Hasta que no recuerde ya mi nombre y el olvido me acompañe cada día. A cada instante. Hasta que llegue ese momento, recordaré. Todo fue por una vaca y Odín, mi hijoperro maravilloso. ¿Sabéis? Nunca he sido de perros sino de gatos. Pero el día que conocí a Odín fue como si todos los planetas se hubiesen alineado, como si hubiese a la vez y en el mismo momento eclipse total de sol y de luna. Como si todas las estrellas hubiesen hecho asamblea para brillar más que nunca. Hasta el infinito. El día que conocí a Odín se dieron todas las casualidades juntas, una tras otra. Y otra. Y otra más. La casualidad de mi vida, la más grande, como decía Ana la marciana en esa película maravillosa. El instante que lo conocí sentí que algo me traspasaba el corazón. Fue una sensación física. Nunca más lo he vuelto a sentir. Nunca antes lo había sentido. Era como si todo se hubiese confabulado para conocerlo. Todo… no sé siquiera qué es ese todo, lo que sí sé es que él vino a mi vida para que hiciese la conexión.
-Y ahora paro para llorar porque es tan tan verdad y me emociono tanto… Bueno, eso ya lo sabéis quienes sois habituales de la tienda, de mi vida. Por cierto, estoy escribiendo esto en la tienda. Y llorando a moquillo tendido… Vamos, lo normal…-
Odín vino a mi vida en febrero de 2010. Mi número es el 9. Odín nació el 19 de septiembre de 2009. Chorraditas… pero están ahí. Desde el momento que vino empecé a pensar en los huevos y las gallinas. Comenzó un proceso que es ahora cuando soy capaz de ver. Que si huevos tipo cero (en fin…), que si carne de animales en libertad y asesinadas a sustitos (más en fin…). Un día abrí la nevera -un cementerio de cadáveres-, y dije al que por entonces era mi marido: «Creo que voy a dejar la carne. Estoy empezando a sentir algo.» Se quedó ahí.
En marzo de 2014 me separé. En mayo hice la mudanza a mi casita y en agosto, el 22 de agosto, la conexión. Los ojos de una vaca explotada sobre el fango y sus propias heces -las vacas, madres de la humanidad entera, la relación con la madre, con mi madre, con todas las madres del mundo. Patriarcado y especismo unidos de la mano, fusionados, en esa imagen de sumisión, subordinación, explotación, despersonalización, objetivización, sufrimiento, cosificación, violación, asesinato.- Y volví la mirada hacia sus ojillos de café. La vaca. Él de nuevo. Y ya está. El resto es historia…

… Al poco decidí cambiar mi vida por completo – o continuar el proceso que comenzó el día que el óvulo de mi madre atrajo al espermatozoide de mi padre-. Crear un espacio de encuentro, de intercambio, crecimiento, activismo, de visibilización de opresiones, de lucha. Interseccional. Y surgió Mi Cabra Vegana. Y aquí estoy, estamos, él y yo. Haciendo lo que teníamos que hacer. Bueno, él ya lo hizo…