santos cojones
El edito

La razón de la sinrazón del capitalismo amazoniano, tus santos cojones y mis ilustrísimos ovarios

Marco teórico de centramiento democrático y memoria histórica

Que por nuestros santos cojones o ilustrísimos ovarios tengamos que llevar razón siempre y en todo caso ante el vendedor cuando hacemos una compra, es una herencia que deberíamos dejar en el cajón de las cosas irritantes que no hacen más que malcriar-nos, endiosar-nos y convertir-nos en personas indeseables, maleducadas, insoportables y completamente prescindibles.

Hace un par de años escribí sobre los nefastos efectos del capitalismo amazoniano en nuestras vidas y la manera de relacionarnos entre nosotras. Luego ya cada cual entendió lo que le dio la gana, que también es muy mucho español.

Llevamos casi dos semanas de Estado de Alarma y algunas unos días más de encerración. Aun siendo conscientes de nuestros privilegios, hay desquiciamiento para dar, tomar y regalar en formato extragigante del café starbucks -que sólo de pensarlo me entra cagalera-, así que me voy a permitir toda clase de licencias. Porque sí, porque ya iba siendo hora y porque yo también tengo derecho a llorar y patalear desconsoladamente. Que el pataleo y la pena penita pena no son copyright de nadie (aunque ya quisieran).

Retomo los santos cojones y los ilustres ovarios tras este marco teórico de centramiento democrático y memoria histórica (casi cinco años de proyecto unidos a mis casi cuarenta y dos dan para eso y mucho más). Ahí va.

Las FAQs, esas grandes desconocidas

¿Alguien se lee el apartado de Preguntas Frecuentes o FAQs cuando hace una compra online (pista: están al final de la página principal de cualquier web)? ¿Alguien pulsa en leer las condiciones y términos y lo lee justo antes de confirmar una compra online? La respuesta es bien y sobradamente conocida por todas. El porcentaje debe ser de un uno por mil o algo bastante parecido.

Aquí tenéis las FAQs de la cabra y también las condiciones de envío y retirada en tienda. Los términos de servicio vienen justo al confirmar el pedido, que hay que clicar y se supone que hemos leído y por eso al clicar estamos firmando el contrato. No es baladí, el clic es la aceptación de las condiciones. Es lo mismito que hacemos cuando firmamos un contrato (de lo que sea). Para entendernos un poquito más: es vinculante. Si pulsamos pero no hemos leído, ancha es castilla.

Mi Cabra Vegana

Las preguntas frecuentes y las condiciones y términos de la compra son la biblia de ese comercio online, el contrato que estamos firmando y consintiendo al hacer la compra. Ahí viene todo, todo, todo. ¿Sabéis que pasa? Que no lo lee ni pirri. Vamos, que por no leer no leemos ni la descripción completa de los productos que compramos y luego también pasa lo que pasa. Y pasa que creemos cosas, que otra tienda lo hace de esta manera, que blabla, que blablabla. Y cuando nos llega el pedido llegan los oh dios mio, los cabreos y los correos llenos de odio, faltas de respeto, gritos e incluso amenazas. Hace cinco años esto me hacía hasta llorar.

Hoy ya no. Hoy ya solo asumo lo que es asumible. Que no soy perfecta y siempre puedo cagarla en algún envío. Se soluciona y listo (¿nunca habéis cometido fallos en el curro? Pues es lo mismo).

tus santos cojones

El respeto, la humanidad y la consideración

Mi gata adorada, mi vida, mi reina, mi compañera de vida, a quien más he querido, mi absolutamente todo, ella: Dori, murió el lunes. Hasta eso lo hizo perfecto. Los lunes, mi día libre. Lo que quiere decir que ni abro la tienda ni preparo envíos ni nada de nada. Y todavía hay quien hace un pedido un jueves por la tarde y critica que le llegue el miércoles siguiente, o lo hace un viernes y lo quiere en casa el sábado. A vueltas de nuevo con el maldito capitalismo amazoniano y no leer las preguntas frecuentes, las condiciones de la venta o los términos del servicio.

El martes fui a la tienda sabedora de los más de 20 pedidos que había pendientes. Los fui preparando como siempre, solita. Porque Mi Cabra Vegana soy yo: Lourdes. Todo. A esos más de veinte les fuimos sumando más y más, hasta los 50 que habré preparado y enviado en estos días, e incluso llevado a vuestras casas con la ayuda inestimable de Odín. Podría haberme quedado en casa, disfrutando de esa sensación mágica que dejó ella al irse, o quedarse conmigo de otra manera. Pero no. Lo hice todo.

Tus santos cojones

Uno de esos como cincuenta pedidos salió mal. Podría haberse solucionado de la mejor manera. Con educación y consideración. Pero no. Había que poner los santos cojones sobre mis ilustrísimos ovarios. Y claro, cuando me faltan el respeto, cuando me hablan desde la superioridad, cuando si te tengo delante tras la semana que llevaba no sé qué habría hecho, recuerdas que lo vegano no quita lo maleducado, lo machista, lo asquerosamente indiferente, lo despreciablemente inhumano.

Lo de soportar a gente indecente que no ha leído ni las preguntas frecuentes, ni las condiciones de la compra, ni las características del producto que ha comprado, ni las características del envío que ha seleccionado y viene con malas maneras, malas formas, faltas de respeto y de consideración y una desvergüenza que madre de mi vida, pues ya no. Que ni puto caso. Que no os quiero en mi tienda ni en mi vida. Que restáis. Que mucho veganismo pero cero todo lo demás y mucho de machirulismo y de avasallar. Pero conmigo no. A mi no.

Las más bellas

Y pasas. Pasas porque la manada cabritil sois lo mejor que hay en el mundo. Porque vosotras me inspiráis y dais ganas, fuerza y energía para continuar y hacer y crear… Y quien rija su vida por el capitalismo amazoniano no tiene cabida en esta, nuestra maravillosa manada cabritil donde os admiro a todas y cada una porque sois únicas y preciosas. Y porque vamos a flipar cuando vuelvan los abrazos, que volverán. Como las golondrinas.

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