Reproducimos el artículo publicado en la revista Pikara Magazine sobre el campamento de Calais, lugar donde han ido muchos de los objetos y enseres que con tanto cariño habéis traído a Mi Cabra Vegana.
El campamento de Calais, una microsociedad en medio de la nada
Luna Gámez
Unas 9.000 personas hacinadas en tan sólo 12 hectáreas componían el mosaico de la Jungla, como era coloquialmente conocido el campamento de Calais. A pesar de las precarias condiciones de vida, en el asentamiento había algo más que chabolas. Las refugiadas y refugiados que por allí pasaron consiguieron crear una pequeña sociedad en la que ellos gestionaban sus vidas y sus deseos durante la parada irremediable en su camino a Reino Unido.
Bajo el cielo gris y entre el rugido ensordecedor del viento se dejaba ver la primera imagen del campamento de refugiados de Calais: un mar de chabolas improvisadas, erguidas sobre maderas y vestidas con plásticos, la mayoría azules. La densidad de la ‘Jungla’, como se conoce coloquialmente al campamento, resurgía en medio de un lodazal. A su alrededor, se podían ver tierras desnudas salpicadas por los restos de lo que, no mucho tiempo atrás, también había formado parte del asentamiento. Unas huellas que recordaban que la amenaza de expulsión avanzaba progresivamente.
La Jungla, el campamento que se instalaba entre dunas de arena, comenzó a formarse en la primavera de 2015 cuando el resto de pequeños asentamientos de personas refugiadas que se dispersaban por la ciudad fueron destruidos. A finales de ese mismo año las zonas periféricas del campo fueron las primeras a ser demolidas para evitar el avance de las tiendas hacia la carretera. La ofensiva avanzó hacia la zona sur del campo, corazón social donde se encontraban la mayoría de comercios, restaurantes, escuelas, biblioteca, iglesias e incluso el centro de mujeres y de niños, en febrero de 2016. Y, el pasado 24 de octubre, las fauces de las excavadoras – ayudadas por los incendios supuestamente accidentales – acabaron con el resto del campamento. Allí, en apenas 12 hectáreas llegaron a vivir más de 12.000 personas; aunque el último censo realizado en agosto por las asociaciones Auberge des Migrants et Help Refugees, establecía la cifra de 9.000, entre la que se contabilizaron 865 niños y niñas, 676 no acompañados.
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